La vida berlinesa

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Comparada con otras capitales del mundo, la vida cotidiana de Berlín se mueve a un ritmo menos frenético. El tráfico suele ser bastante fluido, se puede reservar en un restaurante en el mismo día o entrar en una discoteca sin estar en la lista de invitados.

Los berlineses son muy tranquilos e igualitarios. Se sienten menos impresionados por los trajes de Armani y los bolsos de Gucci que por un estilo personal e individual. Esforzarse por obtener riqueza material y estatus social ocupa un segundo lguar frente a vivir bien, pasar tiempo con los amigos y disfrutar de la amplia oferta cultural y natural de la ciudad.

Muchos berlineses viven a tope: beben mucho, fuman más, salen hasta tarde y suelen tener una actitud liberal respecto al sexo y la orientación sexual. La ciudad goza de uno de los mayores ambientes lésbico, gay, sadomasoquista y fetichista de Europa.

La familia no es prioridad para los berlineses en términos generales. De hecho, en la ciudad hay muchos solteros, y más del 50% de la gente vive sola. También es habitual ejercer la paternidad de forma individual, y hay tantos niños viviendo con uno solo de los padres como con ambos.

En general, los berlineses son complacientes y amables con los visitantes, y muchos se ofrecerán a ayudar al viajero si lo ven un poco perdido. Sin embargo, esta actitud educada no tiene por qué convertirse en amistad, y en público la gente suele mantener ciertas reservas hacia los extraños: no es habitual entablar conversación en el U-Bahn o en la cola del supermercado.

Por otro lado, resulta más fácil hablar con la gente más joven, sobre todo en los locales para estudiantes (hay que recordar que los estudiantes alemanes suelen ser mayores que en otras partes, y suelen licenciarse a los 28 años en vez de a los 23).

En cuanto se empieza a frecuentar un local, enseguida se conoce al personal y los clientes habitules. Es probable encontrar gente muy abierta tras un período relativamente corto, y debatir sobre sexo, las relaciones y la vida con idéntica franqueza.

Foto vía Prolog Berlín

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