El 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín. Unas semanas después, la parte comprendida entre el Reichstag y la Puerta de Brandeburgo ya estaba repleta de agujeros. Tanto los berlineses como los turistas comenzaron a recoger trozos del hormigón que había dividido Berlín durante 28 años.
Hoy en día, los vendedores ambulantes continúan ofreciendo pedazos de la famosa pared. El Muro sigue siendo un negocio. Sus restos están diseminados por todo en plenta : en museos, monumentos, exposiciones, tiendas, etc.
Actualmente en Berlín solo hay unas pocas secciones originales del Muro, pero éste sobrevive como souvenir. Hay llaveros, imanes o postales, que incluyen un fragmento del Muro de Berlín. Por ejemplo, en una tienda al lado del antiguo paso fronterizo Checkpoint Charlie se pueden adquirir trozos del Muro a partir de 4,90 euros
Poco después de la caída, varios hombes de negocios vieron la opciòn ganar dinero con los restos del Muro de Berlín. Así, empresarios nacionales y extranjeros ofrecieron a la RDA, próxima a la quiebra, una tremenda cantidad de dinero por piezas del mismo. Las autoridades germano orientales aceptaron. Pero los fondos sólo debían ser utilizados para fines humanitarios y para mejorar el sistema de salud.
También en la parte occidental se puso en marcha una agencia de ventas. Una subasta de restos del Muro realizada en Mónaco reportó entre 1,8 y 2,2 millones de marcos alemanes. Todo un hito.
Por otro lado, en el verano de 1990 se encargó la demolición de unos 155 kilometros del famoso muro. Empresas privadas, sobre todo alemanas, apoyaron a las tropas fronterizas en la tarea y, a cambio, recibieron escombros de la misma. De esta forma, una gran parte de Muro se transformó en gránulos, que, luego, se usaron para la construcción de carreteras.
Por último, a nivel mundial, el Muro de Berlín continúa siendo el símbolo de la división alemana. Hay más de 140 monumentos en los que se usaron fragmentos del mismo, tal y como se puede leer en una nueva edición del libro «El muro de Berlín en el Mundo», de Ronny Heidenreich.
Foto vía El Comercio